Cuando vivir como un cura queda desfasado


14 de mayo de 2012



Los viajes de fines de semana de Dívar proyectan una imagen suntuaria muy diferente de la austeridad que predica


Hotele Puerto Banús
Vista del hotel de Puerto Banús donde se alojaba Carlos Dívar.

Por: José Yoldi.

Vivir como un cura es la forma que desde hace muchos años y, desde luego, durante el franquismo, tenía la sociedad española de expresar un modo de vida envidiable, plácido, descansado y plagado de grandes comilonas. La expresión, en el siglo XXI, ha caído un tanto en desuso y parece que la ciudadanía prefiere ahora utilizar frases como “vivir como un marqués”, aunque tras el incidente de la cacería de elefantes en Botsuana, parece que se ha revitalizado algo la de “vivir como un rey”.

En cualquier caso, la pasada semana se ha conocido la denuncia presentada ante el fiscal general del Estado por el vocal del Consejo General del Poder Judicial José Manuel Gómez Benítez contra su presidente, Carlos Dívar, que lo es también del Tribunal Supremo, por un presunto delito de malversación de caudales públicos.

Los hechos a los que se refiere la denuncia son seis viajes —a los que hay que sumar otros 14 de la ampliación— a un hotel de lujo en Puerto Banús (Marbella, Málaga) en fines de semana largos, de al menos cuatro días cada uno. Es decir, lo que se ha dado en llamar “semana caribeña”, porque solo se trabajan tres días por semana en lugar de los cinco que corresponden a la mayoría de los ciudadanos que todavía no se encuentran entre los más de cinco millones que integran las listas del paro.

Estos periplos suntuarios fueron realizados por Dívar entre noviembre de 2008 y marzo de este año y los gastos generados fueron cargados a los presupuestos del Consejo como si se tratara de desplazamientos por actos oficiales, si bien el vocal denunciante sostiene que en las fechas de estas estancias “no consta actividad oficial alguna que los motive”, ni esas actividades suelen celebrarse en fines de semana.

El presidente del Supremo, según la información de que se dispone, que no ha sido desmentida, viajaba en AVE, clase club, hasta Málaga, donde era recogido por su séquito, integrado por dos o tres coches oficiales y entre cinco y siete escoltas para trasladarse hasta Marbella, donde pernoctaba. En la liquidación de gastos, según la denuncia, el presidente cargaba a los presupuestos del Consejo las facturas por alojamiento y manutención que incluían las comidas en el restaurante de la piscina del hotel o del servicio de habitaciones, así como las bebidas de los bares de la piscina, del hotel y las consumiciones del minibar. Los gastos de representación y atenciones protocolarias abarcaban en todos los viajes varias cenas para dos personas en diferentes restaurantes y hoteles del lujo de Marbella, especialmente el Marbella-Club Hotel Golf Resort & Spa, pero también Puente Romano o el Hotel-Casino Torrequebrada.

Dívar no ha desmentido la realidad de estos viajes a Puerto Banús, ni su duración de cuatro días o más, ni de los lujosos lugares en los que estuvo alojado o cenó con compañía. Lo que ha refutado es que estos viajes fueran privados, y que precisamente por su carácter público ha cargado los gastos al presupuesto del Consejo, aunque no ha ofrecido información sobre qué tipo de actividad oficial realizó durante los mismos. También ha recalcado que todas las facturas relativas a su vida privada las ha abonado él.

Lo que ocurre es que, independientemente de si fueron públicos o privados —lo que tendrá relevancia para la existencia o no de un delito de malversación de caudales públicos—, lo que revelan estos viajes es una imagen muy distinta de la que el presidente del Consejo y del Supremo suele proyectar en público, de austeridad y misa diaria. Muy al contrario, los periplos dan la idea de un Dívar suntuoso, magnífico en el porte y el gasto, nada austero y habituado al lujo, precisamente en un momento en el que la crisis golpeaba —y todavía golpea— con fuerza en España y donde los recortes de sueldos y derechos de los trabajadores estaban —y están— a la orden del día.

Los vocales del Consejo del Poder Judicial, conocedores de la realidad de esos 20 viajes, han evitado defender a Dívar. Entienden que no se trata de actos propios del Consejo y, por tanto, que debe ser él quien se defienda de las acusaciones de endosar gastos indebidos.

Quizá a la vista de los fines de semana de gran lujo del presidente del Supremo en Puerto Banús, la expresión “vivir como un cura”, que ha quedado un tanto desfasada, se convierta en “vivir como un Dívar”.

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Publicado el 14/05/2012 en www.elpais.com

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