Las magistradas son mayoría en los juzgados: en 1980 llegó la primera juez a Vigo y hoy ya representan el 60%
Publicado en www.farodevigo.es
Un grupo de juezas de Vigo |
Treinta y un años. Son los que han transcurrido desde que una mujer se puso por primera vez la toga de juez en Vigo, accediendo a una profesión que en aquel momento tenía hegemonía masculina. Pero desde entonces el panorama ha dado un vuelco. Tanto que en la actualidad las magistradas son mayoría en los juzgados vigueses: 24 frente a sus 16 compañeros varones. Y su apabullante presencia no se reduce a este ámbito, ya que los hombres también son minoría entre fiscales y procuradores. Solo en el colectivo de abogados su número es superior. Pero por muy poco: las letradas ya casi representan la mitad de los colegiados de la ciudad.
Corría el año 1980 y una joven, Ángela Domínguez Viguera Fernández, hacía historia en los juzgados vigueses al convertirse en la primera mujer juez que ejercía en la ciudad. Esta magistrada, que en la actualidad tiene 56 años, se iniciaba así en la profesión en una época donde la toga era una prenda prácticamente exclusiva de hombres. Desde entonces han pasado tres décadas y el panorama ha cambiado. Y mucho. De una presencia casi testimonial las mujeres han pasado a ser mayoría en la carrera judicial. Y Vigo es un claro ejemplo porque incluso está por encima de las medias española y gallega: de los 40 magistrados titulares, 24 son juezas, lo que se traduce en un contundente 60%. Y la tendencia es similar o incluso más notoria en otras profesiones del Derecho como la de fiscales o procuradores. Solo en el colectivo de abogados ellos continúan a la cabeza, aunque por un margen mínimo, porque las letradas ya suponen el 48% de los colegiados en Vigo.
Viendo la situación actual, nadie diría que hasta 1966 el colectivo femenino tuvo vedado por ley su acceso a la profesión de juez (y a la de fiscal). Y no fue hasta doce años después cuando una mujer dictó por primera vez una sentencia en España, en un juzgado de Badajoz. Pero desde aquel momento la progresión ha sido imparable y hoy son ellas las que dominan la judicatura. Los hombres son minoría en las facultades de Derecho y en las últimas promociones de la Escuela Judicial. Lo sabe bien María Cao, una joven de 32 años que en verano tomará posesión como juez. Tras superar una dura oposición, ahora completa su formación y está realizando prácticas en los juzgados vigueses. “El claro ejemplo de que nosotras somos mayoría es mi promoción –la número 61–; de 135 personas, un centenar somos mujeres”, afirma.
Esta joven se forma en la actualidad en el Juzgado de Instrucción número 6 de Vigo, al frente del cual hay una magistrada. En total, incluyendo las dos secciones de la Audiencia, en la ciudad hay 24 juezas titulares frente a 16 varones: su presencia es casi hegemónica en las salas de Instrucción y de Primera Instancia. Y la tendencia es la misma entre los jueces que suelen hacer sustituciones en los tribunales vigueses. “Somos seis y solo hay un hombre”, coinciden Rosa y Tatiana, dos de estas profesionales.
Superan la media nacional
Vigo, con un 60% de mujeres magistradas, supera la media gallega y nacional. El último Informe sobre la Estructura Demográfica de la Carrera Judicial del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) arroja que de los 4.689 magistrados en activo en España a enero de 2011, casi la mitad, el 48,35%, son mujeres (un total de 2.267) En el caso concreto de Galicia, ellas son más que ellos, aunque por un margen anecdótico: 151 frente a 150. Pero un análisis más concreto de los datos evidencia la imparable ascensión de las mujeres. Porque entre las últimas generaciones, la de los jueces de 31 a 40 años de edad, las magistradas representan el 72%, una tendencia que no variará y que elevará la media global a la vista de la apabullante presencia femenina en las aulas de Derecho.
Por lógica, los hombres dominan la estadística en los rangos de mayor edad hasta el punto de que, según la última memoria del Poder Judicial, no había ninguna jueza en Galicia que superase los 60 años (frente a 21 varones). Algo que tiene su explicación en la tardía incorporación de la mujer a esta profesión por el veto legal y que también justifica el hecho de que sean minoría en aquellas plazas a las que se accede por antigüedad, como los tribunales de las audiencias provinciales o del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia (TSXG). “Pero es cuestión de tiempo; los números son los que son, nosotras estamos empujando desde abajo y poco a poco nuestra presencia será mayor en esos puestos”, afirma Belén Rubido de la Torre, titular de un juzgado de Instrucción en Vigo y que cuando aprobó la oposición, en el 2000, ya se encontró con una promoción mayoritariamente femenina. “Las mujeres éramos el 67%”, señala.
Esta magistrada de 38 años fue precisamente la primera mujer que aspiró a convertirse en juez decana de Vigo. Ocurrió en las últimas elecciones, que finalmente ganó Germán Serrano. A su juicio, no hay muchas mujeres que decidan optar a estos puestos “por la dificultad para compatibilizarlo con la vida familiar”. “Estar al frente del decanato es un trabajo que quita mucho tiempo”, explica.
Madres
Precisamente, compatibilizar vida profesional y familiar, pese a los avances, sigue siendo una preocupación para la mayoría de estas mujeres. “Pero como en cualquier profesión”, aclaran. Las estadísticas del CGPJ revelan que el pasado año, de las 19 excedencias voluntarias solicitadas en toda España para el cuidado de hijos, solo una la pidió un hombre.
En Vigo no se demandó ninguna de estas excedencias, pero en los últimos años fueron muchas las magistradas que han sido madres. Una de ellas es María del Carmen García Campos, magistrada de Primera Instancia. Tiene dos hijos, uno un bebé de meses: “Con el trabajo es complicado; hay que hacer malabarismos y recurrir a todo tipo de ayudas”. Y es que esta jueza recalca que la labor no se “completa” por la mañana. “En el juzgado celebras vistas y sacas el trabajo más liviano, pero las sentencias las hago por las tardes en casa”, dice. Y esto requiere “aislamiento” y “concentración”. Por las mañanas, como muchas madres trabajadoras, recurre a la guardería. “Pero para que no esté todo el día, después echas mano de otras ayudas: de la de mi marido, de familiares...”, relata. La juez Belén Rubido no es madre, pero comprende la situación de sus compañeras porque la labor judicial es “muy absorbente”. “Yo estoy en un juzgado de Instrucción y en una guardia a lo mejor tienes que salir corriendo en plena noche...”, ejemplifica.
Pese a las dificultades, las juezas se confiesan “unas privilegiadas” en muchos aspectos gracias a los derechos adquiridos. Tras dar a luz, tienen 16 semanas de licencia de maternidad y un permiso de lactancia de treinta días más. “El sistema está bien orientado, hay permisos y los jueces sustitutos hacen una labor importante para cubrir bajas”, destacan.
Con la tendencia actual, las mujeres coparán cada vez más los puestos al frente de un juzgado. Pero, ¿por qué su presencia es cada vez más abrumadora promoción tras promoción? Muchas juezas coinciden en que la exigencia de una oposición se adapta mejor “a la paciencia y a la constancia” propias de la mujer. Y es que el acceso a esta profesión no es baladí: tras la carrera, se tarda una media de cinco años en preparar y aprobar este examen, uno de los más difíciles en los cuerpos de administración del Estado. Pero el esfuerzo y el sacrificio, coinciden, vale la pena.
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