8 de Marzo, y 9 y 10…


10 de marzo de 2011


Las conmemoraciones es lo que tienen: Se inician como actos masivos de carácter reivindicativo, y acaban reducidas a su cascarón, sirviendo incluso como coartada de instituciones, gobiernos, políticas, discursos y prácticas (cuando no de emergencia de "saberes" y la consiguiente proliferación de "personas expertas") que, cuanto menos, son indiferentes a ese carácter reivindicativo en el que tienen su origen y fundamento, su auténtico sentido.

Elvira S. Llopis, doctora en Filosofía, vicepresidenta de la Fundación 1º de Mayo de CCOO

Esta enajenación, este vaciamiento de sentido, suele tener lugar a través de un dispositivo de institucionalización que tiene dos efectos que poseen un carácter necesariamente complementario: de un lado, el alejamiento, la evacuación del sujeto reivindicativo (que normalmente es de carácter colectivo, lo cual no quiere decir que sea uniforme ni en sus planteamientos ni en sus estrategias, pero sí coincidente en su objetivo general); simultanea y simétricamente, del otro lado, su neutralización en términos de activismo a través de la universalización del sujeto o, si se prefiere, haciendo desaparecer el conflicto, diluyéndolo, incorporando con carácter de sujeto a colectivos formalmente iguales pero esencialmente distintos.

Lo diremos con mayor claridad: del mismo modo que no todos los sindicatos son de clase, no todas las organizaciones de mujeres son feministas, y del mismo modo que el 1º de Mayo es un día no laborable de carácter reivindicativo, no toda la clase trabajadora tiene conciencia de su situación ni de la importancia de la acción colectiva, el 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer, va siendo paulatinamente "colonizado" por actuaciones que poco o nada tienen que ver con el movimiento feminista, a pesar de los innegables esfuerzos y trabajos que las organizaciones feministas continúan ejerciendo no sólo para denunciar la pervivencia de mecanismos de discriminación, sino apostando con fuerza y con empuje por la igualdad real entre hombres y mujeres.

Por citar una referencia, la Declaración de Atenas de 1992 y, posteriormente, la Conferencia de Mujeres de Beijing, han institucionalizado, de alguna manera, que las reivindicaciones de las mujeres se articulan a la manera ilustrada, dentro de sistemas políticos auténticamente democráticos y en los que por lo tanto, la igualdad entre hombres y mujeres esté realmente garantizada.

Es necesario, sin embargo, que recojamos posiciones críticas a esta posición, ante todo aquellas que se vinculan con el abuso de la categoría "mujer" que oculta y enmascara la diversidad real de las mujeres; diversidad étnica, cultural, social, económica, de preferencia u opción sexual y, en última instancia, individual-concreta.

Como es necesario subrayar, siguiendo el planteamiento del autor marxista inglés Terry Eagleton, que si bien nadie tiene una determinada pigmentación de la piel porque otros tengan otra, y nadie tiene un sexo porque haya otros que poseen otro diferente, sí es cierto que millones de personas se encuentran en la posición de asalariados porque unos pocos concentran en sus manos los medios de producción. Esa es por tanto la contradicción esencial, la única categorización mutuamente excluyente. Las condiciones de vida y de trabajo de las personas se dirimen en función de esa contradicción, y es la superación de la situación de opresión que esa contradicción genera la que permitirá construir las condiciones de posibilidad para eliminar todas las jerarquías y los valores con las que se forjan las distintas formas de discriminación y dominación a partir de las distintas formas que adquiere la diferencia.

Y es que lo contrario, los discursos que abundan en el protagonismo de la diferencia y de lo diferente, en la medida en que parten de un análisis no jerarquizado, horizontal, "transversal" no hacen sino re-enmascarar esa contradicción básica, prestándole coartada para su perpetuación.

La opción tal vez sea la de una "transversalidad inversa": la que supondría la orientación de todas las posiciones y discursos de la diferencia con el objetivo de remover hasta los cimientos lo que aparece como el único orden mundial posible y que ha demostrado, lo está demostrando ahora, que es profundamente injusto en el orden social, insostenible desde el punto de vista medioambiental, e ineficaz en el orden económico, que oculta, empobrece y somete a las mujeres.

Artículo publicado en nuevatribuna.es el 6 de marzo de 2011

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