Tenemos la obligación cívica y moral de contar lo que no se contó de la dictadura


25 de mayo de 2011


Entrevista con Fernando Olmeda, periodista y docente en la Escuela de Letras

25.05.2011.- Madrileño de 1962, se inició como periodista en la cadena SER, fue corresponsal de la agencia EFE y, en 1989, se incorporó a los informativos de Telemadrid. Entre 2001 y 2007 estuvo en Telecinco. Ha dirigido varios documentales, es autor de media docena de libros y hoy ejerce como docente en la Escuela de Letras.

Pepe Gálvez, director de Tribuna de Servicios a la Ciudadanía

Fernando Olmeda
Parece que el mundo de la noticia deportiva conlleva buena parte de subjetividad y apasionamiento, así como una dependencia de la competitividad y la subsiguiente necesidad de victorias, pero ¿es necesario reiterar y exagerar tanto la épica de la banalidad? ¿No existe un exceso de identificación visceral que va más allá del localismo y que llega, sobre todo con ocasión de los llamados clásicos, a interferencias políticas? 

El deporte es pasión, y nos apasiona. Es normal que los profesionales tengan muy presente ese factor emocional y trufen con él sus informaciones. Ahora bien, se cometen excesos verbales -sobre todo en torno al fútbol- y, efectivamente, esa rivalidad futbolística se ha convertido en ocasiones en arma arrojadiza que sirve intereses identitarios y políticos. Lo malo es que los aficionados se contagian porque los argumentos son muy básicos, y ahí reside el problema.

En 1989 te incorporas a Telemadrid, que entonces daba sus primeros pasos, ¿Cómo viviste aquellos momentos, y cómo ves su situación actual?

Trabajamos con ilusión cuando Joaquín Leguina fue presidente de la Comunidad de Madrid, y en razonables condiciones de independencia y libertad durante la etapa de Alberto Ruiz-Gallardón. Pero fue Gallardón quien puso a Telemadrid en el disparadero cuando cesó al director general por un documental sobre Euskadi. Con Francisco Giménez-Alemán todo fue a peor, y quienes llegaron a continuación remataron la faena. El 11-M marca un antes y un después en la cadena, y sobre todo en la percepción de los madrileños hacia ella. Sobre su línea editorial en la actualidad, solo puedo decir que la ciudadanía merece una televisión pública mejor que la que tenemos.

Más allá de su torpeza, los ataques del PP a TVE ¿no están planteando la necesidad de la clarificación social del papel de la televisión en general y de la pública en particular? 

El mundo va muy deprisa, y la televisión es una industria más, sometida a todo tipo de vaivenes y convulsiones. Esto vale para las cadenas privadas, que piensan solo en su negocio, como es natural; para ellos, "poderoso caballero es don Dinero", como diría el clásico. Por supuesto que hay que clarificar el papel de la televisión, aunque los actuales gestores profesionales de RTVE han demostrado que puede hacerse televisión pública de calidad. Cuestión bien distinta es la financiación.

En 2007 diriges un documental especial sobre el 11-M, ¿qué piensas de ese intento continuo de negar la evidencia que se realiza desde las páginas de El Mundo y que se plasma en las recientes declaraciones de Esperanza Aguirre con motivo del asesinato de Bin Laden? 

Negar la evidencia suele ser un tic de quienes creen estar en posesión de la verdad. Se retratan solos. En este caso, se acentúa por el hecho de que con el juicio y la sentencia del 11-M tenían que haber finalizado las especulaciones y la intoxicación. Los principales perjudicados no son ni el Gobierno ni la policía ni los jueces, sino las familias de las víctimas. El "bolero de Ravel" que sigue alentando sospechas sobre la autoría del 11-M envenena la convivencia.

En tu vertiente de escritor, publicas en 2004 El látigo y la pluma, un ensayo sobre la represión que los homosexuales sufrieron bajo el franquismo. ¿Qué piensas de la polémica sobre la memoria histórica? ¿Crees que las generaciones más jóvenes son conscientes de los mecanismos de exclusión y marginación a los que se sometía a la parte de la sociedad española que no aceptaba unas normas políticas y morales impuestas por la fuerza?  

Como dice Marcos Ana, "hay que pasar página... pero después de haberla leído". Los vencedores en las guerras imponen siempre una verdad oficial y ocultan buena parte de lo ocurrido, que poco a poco va saliendo a la luz, como en España, con las ejecuciones sumarias y la ocultación de los cuerpos en fosas comunes, o el siniestro robo de niños en hospitales de Madrid. Historiadores, escritores y familiares están realizando un trabajo sensacional, impagable de cara al futuro. Tenemos la obligación cívica y moral de contar lo que no se contó, sobre todo para que las nuevas generaciones sean conscientes de lo que significó la dictadura.

El Valle de los Caídos. Una memoria de España es un ensayo de 2009 sobre el monumento emblemático del franquismo, objeto inevitable de confrontación. ¿Qué opinas de las propuestas de convertirlo en una especie de memorial sobre la represión franquista?  

Defiendo en el libro, y así he venido diciéndolo, que Cuelgamuros ha de convertirse en un espacio de la memoria, como lo son algunos campos de concentración, la ESMA argentina, los museos de la isla Robben en Sudáfrica o Tuol Sleng de Camboya, Villa Grimaldi en Chile… En todo el mundo, esos lugares públicos -terribles en un momento histórico concreto- van transformándose en sitios de recuerdo y simbolizan una manera nueva de contar la verdad. Son el paisaje físico de la memoria colectiva, refutan la verdad oficial de las épocas autoritarias, dan voz a las víctimas y sobrevivientes y ponen nombre a víctimas y victimarios. Pero los lugares de memoria sirven de poco si están aislados. Su potencial depende del significado que se le atribuya para el discurso público y la memoria colectiva. Representan la herida abierta por un hecho histórico, pero también significan el compromiso de llevar la cicatriz con dignidad, una vez que las heridas sean sanadas. El Valle de los Caídos requiere presupuesto para frenar su deterioro, y trabajo a fondo para instalar, como mínimo, un museo y una ruta guiada sobre su propia historia. Tenemos documentos y material de sobra para ello. Lo que hace falta es voluntad por parte de todos -incluido el PP y la comunidad benedictina-, y expertos con mirada moderna hacia estas cuestiones.

¿Y sobre la negativa del Gobierno, según Rubalcaba por imposibilidad técnica, a identificar los cuerpos de muertos republicanos que fueron trasladados allí en los años sesenta de forma clandestina? 

El informe técnico ha llegado muy tarde, pero ha llegado, y es clarificador sobre el estado general de la cripta. Ahora bien, la reclamación de los cuerpos parte de un grupo muy pequeño de familiares, y por eso creo que se debería hacer una excepción y atender sus reiteradas peticiones. Así se zanjaría el asunto, porque no hay más peticiones de exhumación. ¿Por qué? Porque no hay tantos republicanos como se cree. Los que hay, no se sabe cuántos ni quiénes, fueron inhumados como "desconocidos". Lógico ¿no?

¿Por qué una parte importante de tu actividad investigadora se ha centrado en las biografías? 

Además de lo apasionante que es descubrir y contar aquellos momentos clave que determinan el destino de las personas, creo que a través de lo individual se entiende mucho mejor lo colectivo.

Esta reconstrucción del pasado, de unos personajes concretos, implica una elección previa. ¿Cómo resuelves la inevitable tensión entre objetividad y compromiso personal?

Con sentido común, honestidad y respeto a las fuentes verbales y documentales.

En esta línea biográfica, en 2009 diriges dos documentales, sobre Josep Pla -un escritor de rica prosa descriptiva e ideas conservadoras- y sobre Rafael Azcona -que, con sus guiones, retrató muchos aspectos negros y grises de nuestra sociedad-. ¿Son contradictorios? ¿Representan nuestra cultura y nuestra realidad social?   

Vivieron épocas distintas y escribieron desde planteamientos distintos, pero fueron espíritus libres e insobornables. Escribieron muchísimo y coincidieron en partir siempre de la realidad como fuente de inspiración.

En 2007 publicas Gerda Taro, fotógrafa de guerra… ¿Por qué esta obra sobre una mujer a la que siempre acompaña la clasificación de compañera sentimental del fotógrafo Robert Capa?  

En su corta vida, Gerda encarnó algunos de los principales valores de la izquierda, creyó en unos ideales y los defendió con su cámara en la guerra de España. Pero también fue una mujer a la sombra de un gran hombre, así que me pareció que era un buen momento de rescatar del olvido histórico a esta valiente mujer que luchó hasta el último día de su vida por demostrar que sus fotos eran tan buenas como las de Capa.

¿Es el periodismo, en realidad, testigo de la historia o solo de las apariencias de la historia?  

Es testigo de la historia porque a través de las crónicas, las fotos, las investigaciones se cuentan hechos. Bob Woodward dice que las democracias mueren por la oscuridad y la mayoría de secretos son inútiles. La misión de los periodistas es descubrir que hay detrás de esas apariencias y arrojar luz. Por suerte, está ocurriendo. Lo deseable es que la ciudadanía lo valore.

Acabas de publicar Gyenes. El fotógrafo del optimismo. Convéncenos para que lo compremos y, sobre todo, para que lo leamos.

Es un libro para aficionados a la fotografía y para amantes de la historia. Gyenes convirtió la fotografía en arte y fue un apasionado de la cultura española. El lector encontrará muchas referencias que le son familiares y descubrirá anécdotas de grandes personalidades de nuestro país. Creo que es entretenido y una buena opción tanto para regalar como para leer durante el verano.
Imprimir artículo